Omar Cid
Centro de Estudios Francisco Bilbao
1. Las recetas también se agotan
Los elementos que han marcado los gobiernos de la Concertación, en su práctica política se pueden resumir en tres ideas fundamentales: negociar, transar y gobernar, armonizadas por dos consensos básicos: la certeza que el mercado en su estilo neo-liberal, es la formula que permite asegurar el bienestar económico y social del país y el convencimiento que la democracia necesita de la estabilidad política y social.
Se gobierna, se transa y se negocia con los poderes económicos y políticos de la derecha, desarrollando con ello una especie de co-gobierno, expresado en el sistema binominal de representación política, como en los negocios donde han aunado intereses. Ejemplo: TranSantiago, AFP, Universidades privadas etc.
Visto así, con el mundo social los objetivos son radicalmente distintos, se busca en principio aplacar las exigencias sociales, generando mesas de diálogo interminables, criminalizando a quienes se movilizan. Ejemplo: La actuación de carabineros en la huelga de los trabajadores forestales, las acusaciones vertidas contra los trabajadores subcontratados de CODELCO y, en su momento, el trato que recibieron los estudiantes secundarios.
En lenguaje concertacionista, las transformaciones no significan “un cambio” y si esta premisa no es asumida por los trabajadores, los movimientos sociales o grupos de presión, se busca aminorar su influencia.
Al analizar el proceso de movilización de los estudiantes secundarios, se puede concluir que la presión social obtuvo instalar un tema que no estaba contemplado, generar una mesa de trabajo, de la que se bajaron por los magros resultados obtenidos, desde el gobierno se aprovechó ese tiempo para generar divisiones, adelantar propuestas como la Ley General de Educación que será sometida nuevamente a la política de los consensos. En un evidente paso atrás, pero que no esconde el problema, sólo lo aplaca, lo contiene.
2. Un nuevo contexto
Para algunos analistas, el golpe de timón provocado por los estudiantes, en los primeros días del gobierno de Michelle Bachelet, condenaron rápidamente la idea del “gobierno ciudadano” a dormir el sueño de los justos.
Los errores de gestión, con su expresión más significativa en el TranSantiago, han generado una especie de desazón, dentro de las propias filas de gobierno, hoy como nunca antes, se muestran débiles, afectados por un desorden permanente, llamados al orden, castigos internos, informes ocultos, cartas de toda índole, vuelan por los despachos de los editores periodísticos.
En la coalición de derecha, la situación no es de las mejores, el adelanto de la lucha presidencial, los temores de la UDI, por la posible pasada de cuenta de RN, ahora que se encuentran en mejor pie, en vísperas de las elecciones municipales, las dudas que genera la propuesta “del desalojo” entre el propio empresariado que se siente cómodo, con la administración concertacionista, la falta de credibilidad que generan en la gente, como lo demuestra la reciente encuesta CERC, son temas de no fácil solución.
El temor al desgaste, por parte del candidato RN Sebastian Piñera, el posible cuadro electoral de correr a tres o cuatro bandas, genera dudas dentro de sus propios partidarios.
Sin embargo, el hecho más relevante de este último período es la aparición del mundo social con toda su fuerza, expresado en un primer momento por el movimiento estudiantil, luego por los trabajadores forestales y su significativa movilización, para continuar con los trabajadores subcontratados de CODELCO, quienes más allá de los logros efectivos, que por cierto los hubo en relación a su situación anterior, han podido quebrar en los hechos, las trabas impuestas por el propio código del trabajo, en relación a las negociaciones inter-empresa.
El llamado a movilización para finales de agosto, convocado por la Central Unitaria de Trabajadores con el objetivo de asociar a las demandas laborales, las de índole social y político son un paso adelante, en razón de romper la lógica instrumental del consenso neoliberal, el apoyo de la ciudadanía a las demandas laborales, expresada en la encuesta CERC, la declaración de Monseñor Goic, en favor de un “salario justo” saca de casillas a la senadora UDI Evelyn Mathei. Las quejas de uno de los integrantes del grupo Matte, por los resultados de la huelga de los subcontratados de CODELCO nos hablan del nuevo escenario, que en ningún caso puede augurar una transformación en la representación política.
La inscripción el 26 de julio de un nuevo conglomerado político llamado “Pueblo en Lucha” fruto del empeño de diversas organizaciones sociales, en especial la de los deudores habitacionales, habla de un proceso importante de búsqueda de los sectores que no tienen representación parlamentaria y están cansados de sentirse extorsionados por la concertación, bajo el esquema del voto útil.
En ese mismo campo de acción, el pacto político más logrado dentro de la izquierda, en los últimos 10 años es el JUNTOS PODEMOS referente que entrara en crisis luego de las estrategias contrapuestas entre el Partido Comunista y el Partido Humanista, sin embargo la unidad ya resultó exitosa en las elecciones municipales anteriores; y en las presidenciales el candidato Tomas Hirsh, logró instalar la idea de una tercera fuerza política, rompiendo a lo menos en lo discursivo, el patrimonio cultural de la concertación y la Alianza, los caminos dispares, las discusiones sobre la posibilidad de ingresar al parlamento, son temas de segundo orden en relación al logro de instalarse como fuerza política, capaz de dar un impulso importante a las exigencias sociales que se avecinan.
Uno de los factores importantes que atenta contra una propuesta de izquierda, es la estabilidad que puede ofrecer como fuerza política, en ese sentido podrán existir tácticas distintas, pero en relación a construir una fuerza común. Por eso las discusiones sobre la inclusión o auto-marginalidad del modelo político es engañosa, porque la inclusión es dañina en la medida que inmoviliza y genera desazón y la auto-marginación no ayuda al proceso de construcción en la medida que no considera las variables culturales como el sentido de lo legal, el respeto de las instituciones que se encuentra arraigado en nuestro pueblo.
3. El terror está en la pantalla
Desde hace un tiempo, la televisión pareciera haberse propuesto aterrorizar a sus televidentes, canales como ChileVisión y Mega hacen de la crónica roja el elemento central de sus noticieros, los programas especiales dedicados a las prácticas delictivas, difundidos por el Canal católico y TVN, generan tal nivel de intranquilidad que incluso en la última encuesta CERC, aparece como uno de los problemas prioritarios de la sociedad chilena.
Esto no significa que en Chile, no ocurran delitos, y que se pueda caminar sin ninguna preocupación por cualquier calle y a cualquier hora, en ninguna parte del mundo es así, lo que se sostiene es que se ha elaborado una campaña concertada o no, digo esto porque la motivación puede ser política y económica, aprovechando el morbo del ciudadano común. Con ello obtienen recursos y logran instalar un tema de discusión, que no tiene los niveles de importancia, como la tramitación de ciertas leyes de bastante mayor trascendencia para los chilenos, como la Ley General de Educación, los cambios al sistema provisional, etc.
Cuando la televisión instala temas como el de la delincuencia, generando el sustento político y de opinión, de la llamada “seguridad ciudadana” caballo de batalla predilecto de la derecha, para sugerir mano dura, mayor número de efectivos policiales y endurecimiento de las penas, dejando de lado temas de fondo, como la diferencias entre el daño al derecho de propiedad y de las personas, que existe en nuestro código.
Las penas por robar un televisor u otras pertenencias, son superiores a las de una violación. Pero no existe sólo esa paradoja, para el estado de derecho, un comunero mapuche acusado de querer recuperar tierras ancestrales, puede recibir penas muy superiores y sin derecho a beneficios carcelarios, en comparación a un ladrón o un violador.
4. Contigo pan y cebolla.
El viejo dicho popular, que emulaba ese deseo de estar juntos más allá de los problemas cotidianos, quedó en el pasado, para el gobierno de la presidenta Bachelet, los niveles de descontento, provocados por errores en diversos ámbitos de la realidad nacional, han inducido el temprano quiebre entre la opinión pública y el gobierno. Para algunos, era esperable en la medida que se trataba de un gobierno de continuidad, intentando separarse de los lastres de las administraciones anteriores, cuestión francamente improbable, en la medida que un número indeterminado de personajes, rotan por distintos ámbitos del Estado.
En lo económico la percepción de las personas es negativa, cuando se trata de las esperanzas por mejorar su situación personal, influye en eso el alza constante de los combustibles, los salarios congelados, la precariedad del empleo, el alza inusual de las hortalizas, verdadero desastre, para el bolsillo de los más humildes.
Es decir la alegría de los sectores políticos porque se logró bajar los índices de pobreza, el regocijo que provocan las cifras de crecimiento, no se condice con el exiguo bolsillo de los consumidores.
A pesar de lo expuesto, resultaría apresurado hablar de una crisis del modelo, lo que sí es un indicador relevante, es que en su bonanza, cuando se creció a un 7%, los niveles de desigualdad aumentaron, generando una brecha insostenible en el tiempo entre ricos y pobres. De ahí que el mundo social, comienza a mirar hacia otros lados, la iglesia saca la voz en términos sociales, saliendo del claustro de la moral de los cuerpos, para volver a plantear la “cuestión social” y con ello marcar el fin del largo noviazgo, entre los diversos actores sociales y las dos fuerzas gobernantes.