revolucionario y bolivariano Venezolano
Hacer la Revolución es una tarea –difícil tarea, recordando a Domingo León- de todos los días. O, para ser más exactos, de todos los minutos. No hay tiempo para el descanso, una batalla sigue a la otra, y la vida es un torbellino de exigencias crecientes y de esfuerzo tras esfuerzo. Construcción heroica, a decir de Mariategui.
Para nosotros no hay derrota. Sólo aprendizaje. Al escoger la militancia revolucionaria como camino de vida, perdemos el derecho al retiro. Porque nunca abandona la lucha del pueblo quien se precie de ser revolucionario de verdad. La perseverancia es condición necesaria –aunque no suficiente- para optar al inmensurable honor de ser revolucionario.
Como aprendices de revolucionarios que somos toda la vida, debemos recordar aquella sabia enseñanza del camarada Lenin, según la cual, “el peor error de un revolucionario es confundir sus deseos con la realidad”. Es el vicio del subjetivismo en su máxima expresión. Románticos comos somos, es decir, amantes de lo profundo, lo denso y lo bello, nuestra tendencia “natural” a soñar las utopías nos puede conducir, en ciertas situaciones, a querer coger las nubes con las manos. Tomar el cielo por asalto, decían los muchachos del Mayo Francés.
La realidad es un todo complejísimo donde se mezclan lo material y lo inmaterial. El cambio revolucionario sólo es posible cuando se interceptan las curvas de las condiciones objetivas y las subjetivas. Cuando la situación social y económica coincide con la conciencia ideológica del pueblo para crear el punto de despegue revolucionario. Sólo allí es posible, políticamente, dar el salto. Intentarlo antes es voluntarismo, dejarlo pasar, es inmovilismo, falta de disposición combativa. Los dos errores son fatales para el movimiento revolucionario.
Nuestra Revolución Bolivariana acaba de sufrir un revés electoral significativo, que debemos evaluar muy seriamente. Respondernos honestamente las preguntas de rigor y hacer de las respuestas plan de acción. ¿Escogimos el momento y el terreno adecuados para este combate? ¿Supimos trasmitir nuestro mensaje con claridad y coherencia? ¿Evaluamos correctamente nuestras fuerzas y las del enemigo?
Pero tampoco nos engañemos con falsos consuelos pequeñoburgueses. Que si salimos fortalecidos porque ahora la oposición reconoce la Constitución del 99. Que si logramos mayor credibilidad internacional por haber perdido y reconocerlo. Tonterías. Perdimos y hay que cantarse las verdades, como dice el poema de Benedetti. Sólo se transforma una derrota en victoria si se sacan las lecciones correctas del hecho y se toman las acciones correctivas.
Hay que pasar a la ofensiva. Nos dejamos quitar la calle y nuestros enemigos la usaron como tribuna de sus consignas. Burocratizamos a nuestro movimiento estudiantil y nos crearon otro que fue cabeza de playa de la contrarrevolución. Descuidamos la vigilancia revolucionaria de nuestras trincheras y se nos llenaron de oportunistas que jugaron para el bando contrario. La mala hierba de los personalismos cunde entre nosotros. Nos sobran candidatos y nos faltan combatientes.
Luchar contra el imperialismo amerita de patriotas con sincera capacidad de entrega y desprendimiento. Chávez es uno y de los buenos. Pero él solo no puede ni podrá. Es hora de templar el acero de la conciencia revolucionaria.
Para nosotros no hay derrota. Sólo aprendizaje. Al escoger la militancia revolucionaria como camino de vida, perdemos el derecho al retiro. Porque nunca abandona la lucha del pueblo quien se precie de ser revolucionario de verdad. La perseverancia es condición necesaria –aunque no suficiente- para optar al inmensurable honor de ser revolucionario.
Como aprendices de revolucionarios que somos toda la vida, debemos recordar aquella sabia enseñanza del camarada Lenin, según la cual, “el peor error de un revolucionario es confundir sus deseos con la realidad”. Es el vicio del subjetivismo en su máxima expresión. Románticos comos somos, es decir, amantes de lo profundo, lo denso y lo bello, nuestra tendencia “natural” a soñar las utopías nos puede conducir, en ciertas situaciones, a querer coger las nubes con las manos. Tomar el cielo por asalto, decían los muchachos del Mayo Francés.
La realidad es un todo complejísimo donde se mezclan lo material y lo inmaterial. El cambio revolucionario sólo es posible cuando se interceptan las curvas de las condiciones objetivas y las subjetivas. Cuando la situación social y económica coincide con la conciencia ideológica del pueblo para crear el punto de despegue revolucionario. Sólo allí es posible, políticamente, dar el salto. Intentarlo antes es voluntarismo, dejarlo pasar, es inmovilismo, falta de disposición combativa. Los dos errores son fatales para el movimiento revolucionario.
Nuestra Revolución Bolivariana acaba de sufrir un revés electoral significativo, que debemos evaluar muy seriamente. Respondernos honestamente las preguntas de rigor y hacer de las respuestas plan de acción. ¿Escogimos el momento y el terreno adecuados para este combate? ¿Supimos trasmitir nuestro mensaje con claridad y coherencia? ¿Evaluamos correctamente nuestras fuerzas y las del enemigo?
Pero tampoco nos engañemos con falsos consuelos pequeñoburgueses. Que si salimos fortalecidos porque ahora la oposición reconoce la Constitución del 99. Que si logramos mayor credibilidad internacional por haber perdido y reconocerlo. Tonterías. Perdimos y hay que cantarse las verdades, como dice el poema de Benedetti. Sólo se transforma una derrota en victoria si se sacan las lecciones correctas del hecho y se toman las acciones correctivas.
Hay que pasar a la ofensiva. Nos dejamos quitar la calle y nuestros enemigos la usaron como tribuna de sus consignas. Burocratizamos a nuestro movimiento estudiantil y nos crearon otro que fue cabeza de playa de la contrarrevolución. Descuidamos la vigilancia revolucionaria de nuestras trincheras y se nos llenaron de oportunistas que jugaron para el bando contrario. La mala hierba de los personalismos cunde entre nosotros. Nos sobran candidatos y nos faltan combatientes.
Luchar contra el imperialismo amerita de patriotas con sincera capacidad de entrega y desprendimiento. Chávez es uno y de los buenos. Pero él solo no puede ni podrá. Es hora de templar el acero de la conciencia revolucionaria.
Yldefonso Finol